El hombre que mira a la luna

Nerviosa como una condenada busco un pedazo de papel de donde sea. No tengo ganas de abrir el ordenador y la información está bullendo dentro de mi cabeza, no quiero dejar que nada se me escape esta vez…

Esto no es un blog de viajes (como todo el mundo sabe) pero tengo que aconsejar que siempre que hagáis uno, preguntéis por el “Free Tour” de la ciudad o busquéis información al respecto. Esto del “Free Tour” no es más que un grupo de gente con ganas de pasar un rato divertido y diferente, gente con ganas de aprender que se reúne en algún punto determinado de la ciudad a ciertas horas, donde un voluntario con “conocimientos del terreno” te acompaña en un recorrido dinámico y original por las calles más emblemáticas del lugar. Es gratuito, así que no hay que nadie debe esperar visitas a algún museo ni nada parecido, tan solo podrás ver dónde están esos sitios “de pago” que puedan resultar interesantes para ser vistos después del tour. Si al final de la visita te has divertido, puedes dar una propina al guía que te ha mostrado el recorrido, aunque nadie se va a molestar si no lo haces, ni siquiera he visto que echen un ojo al dinero que les estás ofreciendo, estos guías tan sólo te darán una sonrisa y un saludo de despedida deseando que lo hayas pasado bien.

Aquel día estaba cansada, no habría movido ni un solo dedo para salir de casa, pero el tour por la ciudad antigua de Estocolmo había que hacerlo sí o sí. Había acumulado sentimientos amargos en esos días y no me apetecía asociarlos a la ciudad, la ciudad es bonita y acogedora y quería conseguir tener recuerdos que mereciesen la pena y que, al pensar en ese lugar, me trajesen imágenes e historias curiosas a la cabeza.

Aprendí muchísimo, y aún a riesgo de reventarle la sorpresa a cualquiera que piense visitar un día la ciudad de Estocolmo, voy a tratar de relatar esos fragmentos de historias que conseguí garabatear en un papel para no olvidarlos, así que voy a hacer un poco de guía del «Free Tour» y repetir esas historias y anécdotas que fui capaz de recordar.

El tour comenzó despacio, cerca de Sergels Torg en el mismo centro de Estocolmo. Allí mismo nos revelaron lo que ya sabíamos: que las galerías del metro de Estocolmo representan uno de los mayores museos de arte moderno al aire libre del mundo. Yo del metro la verdad, me quedo con la parada de “Hallonbergen”, simplemente por las risas que podré haber pasado pronunciado esa palabra con acento sueco y también por su significado: “Campo de fresas”. Respecto a lo del arte moderno… bueno, es difícil de comprender, algunas paredes están llenas de garabatos, otras tienen un barco vikingo metido en una vitrina y otras simplemente rocas o salientes sobre la pared. Seguramente los que hayan leído la trilogía de “Millenium” encontrarán interesante el metro y podrán poner forma, luz y color a muchas escenas que hayan vivido junto a los protagonistas de estas historias.

Al iniciar el paseo junto al banco más antiguo de Estocolmo descubrimos que pretenden sustituir al señor viejo que aparece en el billete de cien coronas por una foto de Greta Garbo, y yo casi lo prefiero, al menos el nombre de ella es mucho más conocido que el del señor mayor, que incluso he olvidado.

El paseo por las calles de Gamla Stan nos llevan al Palacio Real y sus historias de fantasmas. Cualquiera puede ver el cambio de guardia y leer historias sobre los arquitectos que han modificado el palacio, pero saber la historia de “The White Lady” es para mí una información mucho más valiosa (y escalofriante). Dicen las leyendas que cada vez que se aparece el fantasma de “The White Lady” en los corredores o en los tejados del palacio, es símbolo de que un miembro de la familia real va a morir. Un soldado comentó cómo un escalofrío le había recorrido la espalda y le había helado la sangre antes de descubrir la figura de una mujer vestida de blanco caminando cerca de uno de los balcones en los que él mantenía la guardia. Esa misma noche moriría la reina Margarita… ¿coincidencia? Yo no lo sé, pero casi prefiero no averiguarlo y dejar que los valientes que persiguen a los fantasmas se aventuren en otro de los tours más famosos de Estocolmo: la visita nocturna al palacio real usando un candelabro o candil para iluminar el camino.

Caminando por los puentes que cruzan la ciudad echamos un ojo al edificio rojo, cuya cúspide muestra las tres coronas doradas símbolo de Estocolmo. En aquel lugar se entregan los premios Nobel (menos el de la Paz, que se entrega en Oslo). ¿Y por qué se entregan allí los premios? Porque Alfred Nobel era un sueco que decidió premiar a las grandes mentes privilegiadas… aunque no lo hizo de forma equitativa. Hay una oscura historia de celos y desamor detrás de este inventor y químico sueco, que se negó a crear un premio Nobel de Matemáticas. La razón es que él siempre amó a una mujer que no le correspondía y que curiosamente, estaba casada con un matemático. Así que Nobel se dedicó a jugar con explosivos y a volver la cara de la comunidad científica a los matemáticos. Seré retorcida, pero yo creo que incluso ideó los premios por puros celos y venganza (esto sí es 100% personal, cada cual que tenga su propia teoría…).

No voy a hablar de vikingos en Estocolmo… bueno un poco. Los romanos nunca conquistaron las tierras escandinavas, tenían dificultades para adaptarse al clima y las condiciones de vida de estas latitudes (no me puedo ni imaginar por qué se sintieron así…), así que las evidencias que existen sobre los vikingos son muy reducidas y la mayoría son invenciones y distorsiones históricas. Lo que más clama al cielo es que los vikingos nunca pusieron cuernos en sus yelmos (lo sé, acabo de terminar con la infancia de muchos de vosotros además de chafaros esa imagen tan genial que tienen los vikingos). El único resto vikingo que encontraréis en las calles de Estocolmo es una piedra vieja con unas runas muy antiguas. Podréis acariciarla y pensar que estáis tocando un pedazo de historia.

En el recorrido por las retorcidas y empedradas calles medievales de la ciudad antigua, podréis ver una hermosa plaza con casas pintadas de colores… lugar empleado durante la Edad Media por Christian de Dinamarca (apodado “el cruel” por los suecos) para hacer ejecuciones (mi fantasía y sensación de relax al traste con esta información, casi puedo oír las cabezas rodando por el suelo mientras la muchedumbre se agolpa alrededor del verdugo). Callejeando también puede verse una estatua de “St. George slaying the Dragon”, que es una réplica exacta a la versión “de pago” que hay en la catedral de Estocolmo y que llama la atención por su expresividad.

Miles y miles de anécdotas más se apelotonan en mi cabeza con cada paso… la historia del Wasa, un famoso barco que fue creado con todos los lujos y que naufragó por exceso de peso a la media hora de zarpar (y no fue culpa de un iceberg, sólo de una mala ingeniería: el exceso de peso y el agua que entró a mansalva por los ojos de los cañones)… pero de entre los vikingos, barcos de leyenda y los dragones, yo me quedo con un detalle de todo el recorrido: el hombre que mira a la luna.

La escultura de “El hombre que mira a la luna” es la más pequeña de toda la ciudad, apenas medirá unos centímetros. Este hombrecito está escondido en un pequeño patio en medio del entresijo de calles que componen el casco histórico. Al verle, te das cuenta de que el hombre no es un hombre, sino un niño que mira con curiosidad hacia el cielo y que hace que se te dibuje una sonrisa en la cara casi por arte de magia. Los suecos saben muy bien esto, y se preocupan por su niño escondido abrigándole con mini-bufandas y gorritos cuando llega el invierno. Además, dicen que si le dejas algún regalo y le acaricias la cabeza para despedirte de él, el niño te concederá un deseo, así que no hay que dejar pasar la oportunidad de hacerle compañía por un momento y soñar junto a él. Y como niño que es, cualquier cosa vale como regalo, sobre todo los dulces y el chocolate.

Con la cabeza llena de historias anoto en el pedazo de papel los recuerdos que sí me voy a llevar de esta ciudad llena de vikingos, dragones, niños soñadores, barcos hundidos… y fantasmas.

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Nota: Todas las fotos son mías, como no podía ser de otra manera 🙂

Esta foto la dejo de propina para que L vea las fachadas de colores donde ejecutaban al personal 😛